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del Protestantismo Español

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Con las poesías de:
Carlos Araújo Carretero, José Moreno Córdoba, Friedemann, Miguel de Centelles, Santos García Rituerto, Mariano San León


 
PRIMERA PARTE
LA REFORMA Y LA CONTRARREFORMA EN LA POESÍA CASTELLANA
Selección y comentarios de las poesías: Gabino Fernández Campos
Presentación: INTRODUCCIÓN GENERAL A LA POESÍA CASTELLANA

Desde las primeras manifestaciones de la poesía castellana, en los lejanos siglos de la Edad Media; la huella bíblica está presente en nuestros creadores. Y en el Siglo de Oro, son numerosas las versiones metrificadas de los libros poéticos y proféticos de las Sagradas Escrituras. 

Así, Durante la Reforma, tras el redescubrimiento de la suficiente e inapelable autoridad de la Biblia, dispersos por el Antiguo y Nuevo Testamento, se entonaban para alabanza del Creador y testimonio a las criaturas. Por eso el primer himnario evangélico que conocemos en castellano, publicado en 1606, eran los "Salmos de David, metrificados en lengua castellana por Juan de Lequesne, conforme a la traducción verdadera del texto hebreo". 

Los himnarios de las iglesias Evangélicos, tanto en España América como en España, han contado siempre con la lírica castellana de ambas orillas del Atlántico; en el más completo y genuino sentido ecuménico. Pues nunca a la simple y pertenencia confesional del poeta, católico, ortodoxo, americano o protestante; determinó su aceptación o rechazo sino la fidelidad de las letras a en la Biblia.

En el siglo pasado, una "colección de poetas españoles, antiguas y modernas, escogidas para uso de los protestantes", en dos tomos que reunía las 1500 composiciones, se utilizaba en nuestros cultos. En ellos aparecen Benito Arias Montano,, Francisco de Quevedo, Francisco Martinez de la Rosa, José Zorrilla, Juan de la Encina, Lope de Vega, Luis de León, Pablo de Olavide o Teresa de Jesús. Más tarde el aumento de los versos de nuestros propios poetas y los himnarios de cada denominación, redujeron la presencia de nuestros clásicos. 

La Contrarreforma española contó, en el viejo y nuevo mundo, con poetas que combatieron la fe en Evangélica con sus creaciones líricas. Entre los números los nombres que conocemos, no faltan tampoco los de lo que de Vega y Francisco de Quevedo. Un atento estudioso , Sabino Sola, concluyó así sus investigaciones sobre la "visión de Lutero y el protestantismo en la épica hispana": "La gran mayoría de los escritores áreos hispanos (y más concretamente épicos), la figura de Lutero (así como de la Reforma y sus secuaces) va vinculado a lo diabólico e infernal de manera muy varia y también -digámoslo este nuestro hoy -dolorosa ". Y en muchos casos se publicaron relatos en verso de los autos de fe del Santo oficio. 
Una de las excepciones al este casi general fanatismo religioso de nuestros poetas, grandes y pequeños, la representa, en el siglo XIX, Gaspar Núñez de Arce, con su extenso poema "La visión de Fray Martín"; que Federico Fliedner escuchó en su primera lectura pública en el Ateneo y luego tradujo al Alemán. Por cierto, tan ilustre vallisoletano le ayudaría en sus trabajos poéticos. Claudio Gutiérrez Marín, tienda nombre al certamen poético del consejo Evangélicos de Madrid, también dedicó un "Canto heroico a los reformadores", que concluye así : 

"¡Quijotes de una santa cruzada, 
sembradores de la palabra puro de Dios, que es la verdad, 
honor a vuestros nombres, indirectos luchadores ,
os unió el sacrificio con la inmortalidad ! 
Y nosotros, simiente de aquellos peregrinos, 
que por ellos pasamos por más suaves caminos, 
contemos su victoria, trencemos nuestras manos: 
¡¡Gloria, Gloria a los mártires de nuestra causa, hermanos !! 

Los dos poetas que honramos ahora, o mejor dicho que nos honran desde hace muchos años; están muy vinculados con Madrid. Aquí viven y aquí han nacido la mayoría de sus creaciones poéticas. Ramón Taibo Sienes, a dedicado páginas en prosa y verso a su Madrid natal. en su primer libro, escrita en el año 1940 y los en la cárcel franquista, fuera de Madrid, y que sólo existe de forma manuscrita, en perfecta caligrafía negra y roja, lleva por título "desde mi celda"; incluyó sus poemas Madrid y 13 de junio en Madrid, que no fueron incorporados en su libro de 1977, "contando el alma". En ellos recuerda con admiración y nostalgia a los "queridos seres", las finas madrileñas, las tardes y noches, el cielo, las calles, y la verbena. Rodolfo Loyola, vive en Madrid desde que llegó a España en 1970.
Carlos Araujo Carretero, en su poema "La misión de Fray Martín" (Zaragoza, 1885), escribió sobre el propósito que le llevó a rimar la lengua castellana. Y como pensamos que no fue otro de los poetas que forman parte de este recital y es el de los que no hemos organizado terminaremos con el algunos de sus abrazos: 

"quiero, señor, que mi cantar piadoso 
te glorifique, y la verdad divina 
habrá triunfar con tu poder glorioso 
sobre las almas que el error domina. 
Haz, ¡Oh Señor, que el hombre irreligioso 
abrace tu Evangélica doctrina, 
y que en España, mi patria amada, 
se vea por tu luz iluminada". 

La Biblia es poesía, las poesías de nuestros autores de esta bíblica y cada uno de nosotros somos un poema pero no en sentido irónico popular, sino tal y como afirma la Biblia al decir: aparte "porque somos hechura (poema, literalmente) creados en Cristo Jesús".  Efesios 2:10


1. EL COLPOLTOR VALDENSE
 

 

Anónimo


El primitivo cristianismo español, aquel que dio sus primeros pasos al comienzo de nuestra era, tenía en la Biblia su origen y misión. Por eso, pronto circularon las traducciones al latín, al árabe y al castellano. Y, a partir del siglo XII, los colportores valdenses recorrieron las tierras del Reino de Aragón, distribuyendo las Sagradas Escrituras en la lengua del pueblo y escribiendo emotivas páginas de astucia, heroismo y sacrificio. Un poeta anónimo, nos narró así una de las muchas historias que protagonizaron:

¡Mirad mi bella y noble dama,
estas cadenas de oro, estos joyeles preciosos!
¿Veis estas perlas cuya
llama borrar podría el brillo de vuestros ojos?
Mirad aún esta sedería,
que placer daría a más de un soberano.
Puesto que a vos un feliz hado me envía,
Comprad, pues, al pobre peregrino.
La noble dama de juveniles anhelos,
Toma las joyas, las deja, las toma…
Las prende en sus cabellos de ébano,
Y al verse hermosa dice tan luego:
- ¿Cuánto quieres, anciano?
De mi paje lo recibirás presto.
Y piensa en mí, si tu peregrinaje
Cerca de esta mansión te hace pasar.
Pero el extranjero con voz austera
Dice: Hijita, me queda un tesoro,
Más precioso que los bienes de la tierra,
Más brillante que las perlas y el oro.
Palidecen con los rayos con que brilla,
Los diamantes que de los reyes son deseo.
¡Cuán hermosos días lucirán para vos, mi niña,
si tenéis la perla de gran precio!
- Mostrádmela, anciano, os lo ruego.
¿No os la puedo también mercar?
El extranjero, de bajo su burda capa,
Un raído y viejo libro saca
Y bien, dice, vale más que un reinado.
Le llamamos Palabra de Dios.
Yo no vendo tal tesoro, lo regalo.
Es vuestro. ¡Que el cielo os ayude! Adiós.
Él se aleja. Pronto la noble dama
Lee y relee el libro del valdense,
La Verdad penetra en su alma,
Y del Salvador el llamado entiende.
Después, una mañana,
Lejos de los señoriales castillos,
Lejos de los placeres que al mundo afanan,
La han visto por los valles altos,
Donde los valdenses a Cristo alaban.


2. DOÑA JUANA LA LOCA


Carlos Araujo Carretero 

Los valdenses, al sembrar la Palabra de Dios y regarla con su sangre, llevaron la fe y la esperanza a nobles y plebeyos. De unos pocos, conocemos sus nombres; muchos otros, permanecen en el anonimato; y de algunos, existe división de opiniones. Uno de estos últimos casos, nos lleva a la madre del Emperador Carlos I de España y V de Alemania, más conocida como "Doña Juana la Loca". Carlos Araujo Carretero, rimó así su historia espiritual. 

En pobre y oscura celda
Junto a un corredor estrecho,
Con miradores al río
Que ella contempla en silencio,
Pasa su angustiosa vida
La que es señora de su reino.
Juana la Loca la llaman,
Mas nadie supo de cierto
La clase de su locura,
Que es para muchos misterio,
Cual demente procedía
Cuando acompañaba al féretro
Que de su augusto marido
Guardaba los fríos restos,
Esperando que un prodigio
Devuelva la vida al muerto,
Porque lo ha profetizado
Un fraile hipócrita o necio.
Demente, sí, pero a causa
De un amor profundo, intenso,
Que la subyuga y exalta,
Perturbando su cerebro;
Amor que no merecía
Quien fue de ese amor objeto
Y murió dejando un alma
Devorada por los celos.
Mas el trastorno que nace
De contrariados afectos,
De crueles desengaños
Y de injustos tratamientos,
no oscurece el buen sentido,
ni quita el juicio recto,
que la reina desgraciada
conserva en su cautiverio.
Víctima de las torpezas
Y criminales manejos
Que fraguan arteramente
Su padre sagaz y pérfido
Y los nobles que le apoyan
En sus planes y proyectos,
Vióse la augusta señora
Privada de sus derechos.
Sábese que es enemiga
De ese Tribunal sangriento,
En mal hora introducido
De sus padres por decreto;
Aborrece la violencia
Usada como elemento
Para convertir las almas
Que cambiaron de sendero;
Y por sus nobles ideas
Pierde el maternal afecto,
Porque su madre, ante todo,
Apoya el brutal imperio
De la Inquisición, que oprime,
La conciencia de los pueblos.
Quieren privarla del trono,
Aunque empleando los medios
Que reprueban de consuno
La razón y el Evangelio,
Para evitar que la dama,
Una vez dueña del reino,
Deshaga lo que sus padres
Con tan mal juicio hicieron.
Y a la Inquisición despoje
De sus ilícitos fueros;
Porque Isabel la Católica
Quiere con tenaz empeño
Que la Inquisición domine
Sobre el oprimido pueblo,
Para que todas las almas
Lleven, por gusto o por miedo,
El yugo que impone Roma
Sobre grandes y pequeños.


Allí sufre la señora,
Bajo duro cautiverio,
Los calores del estío,
Los rigores del invierno,
Privada de todo auxilio,
Falta de todo consuelo,
A no ser el que recibe
Del Padre que está en los cielos
Y de su Santa Palabra,
Que infunde gozo y aliento.
Con esa fe salvadora
De firme arraigo en su pecho,
No acepta las ceremonias
Ni ritos que son impuestos;
No quiere asistir a misa, 
Pensando con buen criterio
Que implica graves errores
El sacrificio incruento.
La confesión le repugna,
y tiene razón en ello,
porque el perdón, Dios tan solo
es quien puede concederlo.
Mas ¡ay! Que sus convicciones
Le acarrean sufrimientos;
Tiene espías y verdugos
Que, sin respetar su sexo,
Su edad ni su jerarquía,
¡La someten al tormento!
Y no lo ignora su hijo,
El gran rey Carlos Primero,
Que recibe las noticias
Del guardián de aquel encierro;
Sabe que el Conde de Lerma
Hace, cual otros, esfuerzos
Por conseguir que la Reina
Se muestre obediente al clero
Mas no logran conseguirlo 
Por ningún procedimiento.
Así, la noble señora
Alcanza el honor excelso
De ser una de las mártires
Que por su fe padecieron;
Su prisión y su martirio
Duran prolongado tiempo;
Sus sesenta y cuatro años,
Sus dolores de alma y cuerpo,
No imponen a los esbirros
Ni compasión ni respeto;
Mas murió como cristiana,
Dice un testigo de crédito,
Que presenció de su muerte
El conmovedor suceso.
“Salvador crucificado,
Ayúdame”, tales fueron
Las palabras pronunciadas
En sus últimos momentos
Por la Reina cuya muerte
Para Cristo es un trofeo,
Mas es Roma para siempre
una nota de descrédito.


3. AL GRAN REFORMADOR MARTIN LUTERO


 

José Moreno Córdoba


La Contrarreforma utilizó a todos y a todo, para combatir al puro Evangelio de Jesucristo. Así fye con los inquisidores, los jesuitas, los artistas plásticos y ..., por reducir la lista, los poetas. Entre estos últimos, podemos mencionar a los españoles Luis de Zapata, Gabriel Lasso de la Vega, Padre Luis Belmonte, Rodrigo de Carvajal, Lope de Vega o Quevedo; y a los hispanoamericanos Ruiz de León o Antonio de Saavedra. Felizmente, otros poetas evangélicos de ambas orillas del Atlántico cantaron también a Lutero. Y lo hicieron en otro tono. Este es el caso de los poetas Núñez de Arce, Araujo y Moreno Córdoba. Del último, oiremos ahora los versos que dedicó al famoso reformador alemán.

 

Cuatro siglos ha, que un pobre
Humilde fraile agustino
Buscó con ansia el camino
De la salvación del hombre.
Creyó hallarlo, ciertamente,
En el claustro de un convento,
Y allá marchó muy contento
Con esperanza ferviente.
En él cumplió sacrificios,
Se impuso maceraciones,
Abstinencias, confesiones…
Cosas buenas, a su juicio.
Todo lo sufrió con calma,
Con tal de hallar su tesoro,
Pues ansiaba, más que el oro,
La salvación de su alma.
Mas, a pesar de su celo
Y su buena voluntad,
No encontraba en tal piedad
La paz que viene del cielo.
Sus colegas no sabían 
darle seguras respuestas;
solo esperanzas inciertas,
que no le satisfacían.
¿Dónde hallar, dijo, el perdón
y la paz de mi conciencia?
Buscaré las eminencias 
de la santa religión.
Iré a Roma, dijo el fraile
Llamado Martín Lutero;
Recorreré el mundo entero,
Si es preciso, por salvarme.
Tal vez el Papa, Vicario
Representante de el Verbo,
Podrá dar a un pobre siervo
Perdón completo y plenario.
Allí, do están los prelados
De la Iglesia Universal,
Será el sitio principal
Para perdonar pecados.
Y allá llegó sin temor, 
Con la fe que le animaba,
Creyendo que Roma estaba
Llena de santo fervor.
¡Oh cuán triste desencanto
recibió en su corazón!
Sólo orgullo y ambición
Halló en los varones santos.
       Sólo lujo vio en los sabios;
Envidias, profanaciones;
Cizaña en los corazones,
Hipocresía en los labios.




¡Adiós, dijo, Roma, adiós;
de ti me marcho con pena;
sólo una fuente hallo buena:
la fiel Palabra de Dios!
Beberé sus aguas puras,
De verdad y de consuelo;
Ellas me guiarán al cielo,
Patria de paz y ventura.
Así lo hizo, con valor,
Y halló lo que deseaba:
La salvación, que anhelaba,
Por la fe en el Salvador.
Y con la Biblia en su mano,
Ya gozoso y placentero,
Desañaba Lutero
A todo el clero romano.
Predicando en alta voz
La diferencia cristiana
 Entre la Iglesia romana
Y la Palabra de Dios.
Teniendo a Cristo por rey,
No temió la excomunión
Del Santo Padre León,
Ni las furias de su grey.
Protestó con energía
De la vente de indulgencias,
Que engañaban las conciencias
Con diabólica osadía.
Y predicando con gozo
La salvación por la fe,
A todas partes do fue
El pueblo le escuchó ansioso.
Bendigamos al Señor
Y su Palabra divina,
Fuente de luz que ilumina
Al perdido pecador;
Y con ánimo sincero
Y valiente corazón,
Imitemos al campeón
De Jesús, Martín Lutero.



4. CASIODORO DE REINA, FRAILE FUGITIVO


  Friedmann
(Letra y música)

De los españoles que abrazaron la Reforma y trabajaron para traducir la Biblia al castellano, destaca Casiodoro de Reina. Quien,  tras estudiar en la Universidad de Sevilla y profesar como monje jerónimo en el Monasterio de San Isidoro del Campo; mientras peregrinaba por media Europa, dedicó doce años para darnos la primera Biblia completa que se imprimió en castellano.
Y que se cococe en todo el mundo como "la Biblia del Oso".
En Franfurk, Alemania, vivió, tuvo hijos, escribió libros, pastoreó una iglesia y murió. Allí se le recuerda y honra, lo mismo entre los protestantes alemanes como entre los emigrantes de habla castellana, originarios de España o de América; que alaban a Dios leyendo su versión de la Biblia e imitando su fe, esperanza y amor.

Friedmann, un joven cantautor alemán, misionero y estudiante de teología en España; le dedicó dos canciones de su album "Portadores de Antorchas", en el IV Centenario de su muerte.  La primera, suena así:



 


Hace cuatrocientos años murió un hombre fiel 
Nos dio una herencia escrita en papel
Que vale más que todo el oro del mundo entero
Porque es el mensaje de nuestro Salvador:
Era un fraile de San Jerónimo
Una nota en el baile del tiempo
Pero sin embargo esa nota causó
Una nueva canción en muchas vidas.
Nacido en Sevilla se fue a estudiar
En la universidad de aquel lugar.
En el convento de San Isidro del Campo
Estudió el libro que amaba tanto.
Edigio predicaba en los conventos del lugar
Que solamente la gracia de Dios puede salvar.
Los frailes de San Isidro se pusieron a leer,
Estudiaban la palabra y empezaron a creer.
El “maestro blanco”, Gracia Arias, su abad
Les abrió los pasos a la nueva libertad.
Pronto se veía que no se podían esconder
Y doce de los frailes decidieron huir.


5. CONTEMPLANDO ESTOY, MI DIOS


 
Miguel de Centelles


(Cárcel de la Inquisición en Valencia, 1567)

Han llegado hasta nosotros, conservados en los Archivos Históricos Españoles y en el Archivo Secreto del Vaticano, varios de los escritos de las víctimas protestantes españolas de los Inquisidores. La mayoría de los textos están en prosa. Y unos pocos, gracias a Sebastián Martínez, el Dr. Segismundo Arquer y Miguel de Centelles, los tenemos en verso. El último de ellos, el noble valenciano Miguel de Centelles, escribió en las mazmorras del Santo Oficio de la ciudad del Turia un poema pletórico de fe, mística y lirismo.

Contemplando estoy my Dios
La agonía que pasastes
Y la sangre que sudastes
En el uerto ay por nos
Y alli mesmo os entregastes
O Judas falso traidor
Que guía quisistes ser
Por los trenta malhechor
Y vender al redentor
Para averte de perder.
Ay mi alma está temblando
Redentor lo que sofristes
Que asotes padesistes
Vuestra sangre derramando
Por salvarnos que hisistes
Y viendo sido ansi
Como os puedo yo dexar
My criador dadorar
Que sería contra my
Y averme de ganar.
O jodios desalmados
Que corona le pusistes
Oy despinas la hisistes
Por do quedais condenados
Del rey que no conosistes
Rey de todos reyes hes
Aun que estais obstinados
Y de siegos enganados
Mas ya muchos lo sabeis
De los que sois condenados.
Y la crus siendo pesada
Apenas levar podía
Le vistes virgen sagrada
Y quedastes tan turbada
Caiendo amortesida
Y cuando fue enclavado
Ha San Juan os amostró
Y este por hijo os dio
Oh cuan bien aventurado
Que tal madre alcansó.
Y con cuanta humanidad
Redemió los pecadores
Y quiso la magestad
Ay con grande voluntad
Morir entre dos ladrones
Y el mejor ladron sotil
Quissiose aprovechar
Y a verse de remediar
Con el hurto y cuan otil
Que se supo bien salvar.


Conosiendo hera Dios
Lorando le dixo ansy
Dómine memento mehy
Ya que padesses por nos
Acuerdo tengas de mi
Y viendo su contrisión
JHS en la crus le quiso
Respondió ha su rason:
Oy ternas consolasión
Conmigo en paraisso.
Y pasada la pasión
Al infierno abaxastes
Los padres santos sacastes
Con la santa redemsión
Que alegres les parastes
O señor por tu clemensia
Quieras me desenterar
Desta tiniebla sacar
Y en fundar en my siensia
Que me pueda yo librar.
No sera para offenderte
Abaste ya lo passado
Tanto tiempo malgastado
Sollo puesto en perderte
Sin ques cussare pecado
Pecava de pecador
Que hereje jamas lo fuy
Y esto sabes ques assy
No se puede redemtor
Esconder nada ha ty.
No pierdo la esperansa
Que seremos rescatado
Con la pasión que has pasado
Por do tengo confianza
Que sere remediado
Por la sangre quescanpastes
Oy alumbres la verdad
Desta orible maldad
Del arte que remediastes
Otros de tal falsedad.


6. A TERESA DE ÁVILA


 
Santos García Rituerto


En las lecturas y cantos de los evangélicos de España y América, está presente la vida y obra de Santa Teresa. Por eso, no debe sorprendernos que uno de nuestros poetas, Santos García Rituerto, paisano suyo, le dedicara dos poemas. El titulado “A la mística Teresa”, se abre con la siguiente estrofa: “Por ese sinvivir que fue tu vida buscaste a Dios, oculto en tus moradas, para que desvelase a tus miradas sus bellezas, ¡oh mística atrevida!” Ahora, escuchemos completo el segundo, donde nuestro poeta imagina cómo sentía y se expresaba la mística, por eso nuestra recitadora aparece revestida de monja carmelita descanza.

No quiero pensar en mí
Porque cuando miro dentro
Peores males encuentro
Que los que de fuera vi.
Yo soy del mundo la escoria,
Único ser a quien odio,
Nacido para el oprobio
De buscar mi propia gloria.
Con todos soy desleal
Y conmigo traicionero,
Pues hago el mal que no quiero
Pagando el bien con el mal.
Huyo de mí, y en mi huída
Siempre conmigo me encuentro,
Condenado a ser el centro
De mi descentrada vida.


7. ¡OH CASTILLA!


 

Mariano San León


( Valladolid, 1898 + 1963, Barcelona)

Son muchos los poetas protestantes de España y América que, como no podría ser de otra forma, se inspiraron en la fe, trabajo y martirio de sus correligionarios en Valladolid y Sevilla. De los versos que les dedicaron, presentamos los de Mariano San León, poeta vallisoletano que ahora oiremos, mientras ilustramos las imágenes poéticas, tan deudoras como los versos al paisaje de Castilla.

Encariñan, ¡oh Castilla!,
La línea de tus senderos,
El surco de tus ribazos
Con sus zarzales y almendros,
Tus corrientes sosegadas
Y tus regatillos secos,
Tus arboledas aisladas
En medio del campo inmenso,
La mancha de tus trigales,
La mancha de tus viñedos,
Como la de tus pinares,
Como la de tus barbechos,
El azul de tus colinas
Y la anchura de tu cielo.
El gesto de tus castillos,
El habla de tus labriegos,
El trabajo de tus hijos
Y la ciencia de tus viejos.
Las páginas de tu historia,
Tus visiones y tus sueños,
La esperanza que te anima,
La fe que hoy arde en tu pecho,
La que, engañada, escondiste
Cuando otros te mintieron.

¡Pueblo grande, oh Castilla!
Tiene los más anchos cielos,
Los más amplios horizontes,
Más dilatados senderos,
Gesto, el más noble en la Historia,
Y el más armonioso verbo.

Transitaré, tierra amada,
Transitaré tus senderos.

Quiero ver cómo sacudes
Tu ya prolongado sueño,
Quiero ver cómo resurgen
Tu Cid y tus Comuneros,
Tus Julianillos Hernández
Sembrando luz en tu pueblo,
Tus sguidores de Cristo,

Tus Cazallas y Herrezuelos.
Quiero ver, roto el crisol
Y llegado ya el momento,
Los que hallada la Verdad,
Participante te hicieron.

Eres grande y eres noble
Mas tus hijos están ciegos.
Piensa en ti, pobre Castilla,
Piensa en ti por un momento,
Que eres ciega para ver
La verdad del Evangelio.

 


>>>CONTINUAR

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