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"El Tricantino
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La película Amistad de Spielberg
y la abolición de la esclavitud en España

Artículo de Pablo de Felipe publicado en "El Tricantino"

 

En este año han ocurrido dos hechos que me sirven de apoyo para reflexionar sobre este tema. El primero se produjo a principios de año. Algunos medios de comunicación han recogido la aventura de la asociación Solidaridad Cristiana Internacional (CSI). Aunque pueda parecer increíble, todavía hoy quedan esclavos. Y lo peor, no son un fenómeno extraño. Estos seres humanos, en condiciones iguales o peores aún que las de los siglos XVII, XVIII y XIX, siguen existiendo en numerosos lugares. Especialmente frecuentes son en África y Asia, donde pueden encontrarse esclavos y cadenas en el más “tradicional” estilo esclavista. CSI ha rescatado algunos en Sudán, país desgarrado por la guerra civil, donde cristianos y animistas de la zona sur son llevados a las zonas islámicas de la región norte. La historia parece sacada de una vieja novela de aventuras africanas...

 Un segundo acontecimiento ocurrido a principios de este año al que quiero referirme ha sido el estreno de la película Amistad del director Steven Spielberg. Situada en 1839, presenta el tráfico de esclavos entre una Inglaterra contraria a la esclavitud, una España defensora de los negreros y unos Estados Unidos divididos. Con semejante planteamiento no es extraño que la película no haya tenido una gran acogida en nuestras tierras, aunque sí ha tenido un amplio eco en algunos medios de comunicación y se han publicado varios libros sobre la historia del barco negrero Amistad. Aunque no nos guste, el rigor histórico debe imponerse. El comercio de esclavos fue abolido en Inglaterra en 1807 y en Estados Unidos en 1863 (en medio de una sangrienta guerra civil) mientras que en España (Cuba) se mantuvo la esclavitud hasta 1886.
 Si bien debemos reconocer la monstruosidad que supuso mantener este comercio hasta fines del siglo XIX, hay algo que la película olvida mencionar. Al final se describe el destino de los distintos personajes; pero si bien se dice que la reina Isabel II continuó defendiendo el “derecho” al comercio de esclavos, no se menciona que, finalmente, en su propio reino, España, la esclavitud también desapareció medio siglo después.
 Y es una lástima, pues la lucha por el abolicionismo en España, último baluarte europeo de la esclavitud, tiene muchas etapas de interés. A pesar del prolongado mantenimiento de la esclavitud en nuestro país, las denuncias de ese macabro comercio despuntaron ya en el inicio del siglo XIX (aunque existen precedentes que se remontan hasta el siglo XVI).

 Uno de los pioneros fue el sevillano José María Blanco Crespo (más conocido como Blanco-White). Junto a Isidro Antillón empezó la lucha contra la esclavitud en una época dominada por la Guerra de la Independencia. El incipiente movimiento abolicionista llegó también a las famosas Cortes de Cádiz, aunque sin resultados prácticos. Blanco se exilió en Inglaterra en 1810. Desde allí no dejó de preocuparse por su patria mediante el periódico El español en el que manifestó sus ideas antiesclavitas. Finalmente, muy influido por su amistad con Wilberforce, parlamentario profundamente religioso que dedicó su vida a esta lucha en Inglaterra, escribió el Bosquexo del comercio en esclavos. Era todo un alegato contra la esclavitud dirigido a los españoles. Algún tiempo después aparece Luis Usoz y Río, un erudito bibliófilo conocedor de gran número de lenguas antiguas. Hacia 1839 entró en contacto con los cuáqueros, grupo protestante que llevaba más de un siglo predicando contra la esclavitud en Estados Unidos y Europa, a los que visitó en Londres. Varios de sus miembros vinieron a España a difundir sus ideas abolicionistas y encontraron en Usoz uno de sus más firmes apoyos.
 Julio Vizcarrondo que, como Usoz, había nacido en la América española, pertenece a una época en la que el abolicionismo deja de ser una idea romántica en España, para convertirse en un auténtico movimiento social. Es precisamente Vizcarrondo uno de sus artífices. Tras liberar a sus esclavos en Puerto Rico y huir a Estados Unidos donde se casó, acabó viajando a España. Instalado en la capital, lucharía contra la esclavitud desde el mismo centro del todavía “imperio colonial” español. En 1865 fundó con un grupo de amigos políticos y economistas la Sociedad Abolicionista. En esa asociación ingresaron personajes como Salustiano Olózaga, Juan Valera, Fermín Caballero, Práxedes Mateo Sagasta, Emilio Castelar, Segismundo Moret, etc. Durante años la labor de propaganda fue intensa, especialmente desde las páginas del periódico de la sociedad, El abolicionista. En 1866 organizaron un concurso literario que ganó Concepción Arenal. Pero en ese mismo año la sociedad fue disuelta por el gobierno de Isabel II (dirigido por Narváez). Tras la Revolución de 1868, se reorganizó con antiguos miembros y el ingreso de otros nuevos personajes destacados de la política y la sociedad, como José Echegaray, Nicolás Salmerón, Estanislao Figueras, etc. En ese mismo año, Vizcarrondo, miembro de la primera iglesia protestante madrileña, hizo gestiones ante el alcalde de Madrid, para conseguir la libertad de cultos religiosos, que fue posible en 1869. Era ésta una nueva área de libertad que se abría a los españoles después de siglos.
 Poco a poco el abolicionismo prendía en la sociedad española, y la polémica llegaba al parlamento. En 1870 se aprobó la ley Moret, que optaba por un abolicionismo gradual. Un paso más se dio en 1880 con Cánovas; pero la abolición no sería total hasta 1886 con un gobierno de su oponente Sagasta. Vizcarrondo, diputado por Puerto Rico, vivió para verlo, pues murió en 1889. Uno de los últimos legados que nos dejó fue su contribución a fundar el Hospital del Niño Jesús y otras instituciones de atención a la infancia.

 Tal vez, en el futuro, algún director de cine español se decida a aprovechar el auténtico filón de nuestro pasado y nos cuente esta historia con imágenes...
 


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