AL INVICTÍSIMO MONARCA
DON CARLOS V, EMPERADORSiempre augusto, rey de España, etc. Francisco
de Enzinas, Gracia, Salud y Paz.
Muchos y muy varios pareceres ha habido en este tiempo, Sacra Majestad, si sería bien que la sacra Escritura se volviese en lenguas vulgares. Y aunque han sido contrarios todos los que en ello han hablado, han tenido buen celo y cristiano, y razones harto probables. Yo (aunque no condeno los pareceres en contrario) he seguido la opinión de aquellos que piensan ser bueno y provechoso a la República Cristiana que por hombres y mujeres doctos y de maduro juicio, y el mas lenguas bien ejercitados se hagan semejantes versiones: así para instrucción de los rudos, como para consolación de los avisados, que huelgan en su lengua natural oír hablar a Jesucristo, y a sus apóstoles aquellos misterios sagrados de nuestra redención, de los cuales cuelga la salud, bien, y consolación de nuestras ánimas. Pero, así por satisfacer a los que son de contrario parecer como por que ninguno parezca esto cosa o nueva o mal hecha, quiero aquí, en pocas palabras, dar a V.M. razón de este trabajo, pues a ello estoy muy obligado, así por ser en lo temporal el mayor de los ministros de Dios y monarca de la Cristiandad, como por ser Señor y Rey mío, a quien yo como vasallo estoy obligado a dar cuenta de mi ocio y negocio. Y también, por decir verdad, por ser por ser V.M. en las cosas que tocan a la religión cristiana, pastor tan diligente y celoso de la honra de Jesucristo y del provecho espiritual de su República. Tres cosas son, sacra majestad, las que me han movido a esto. La primera, es que leyendo muchas veces en los Hechos de los Apóstoles, VI cómo los judíos y gentiles con todas sus fuerzas se levantaban contra el Reino de Cristo, que entonces comenzaba a florecer, y como no pudiesen impedirlo, así los grandes milagros que S. Pedro y otros Apóstoles hacían, como por la doctrina celestial que enseñaban; presos S. Pedro y S. Juan, entraron en consejo para ver qué haría de ellos y de los demás y de esta nueva religión que predicaban. Después de varios pareceres, levantóse el más honrado de todo el senado, llamado Gamaliel, el cual había sido maestro de San Pablo. Díjoles que mirasen bien en este negocio, porque era muy importante; y trájoles ciertos ejemplos de algunos que, pocos días antes, habían hecho sectas y enseñado nuevas doctrinas, y dentro de breve tiempo, ellos y sus doctrinas tuvieron mal fin. Después de muchas palabras, concluyó en esta manera: por tanto, mi parecer que es, que dejéis estos hombres, y que hagan lo que quisieren. Porque si ese esta cosa que enseñan es doctrina nueva, y del mundo, o nueva invención de hombres que con novedades se huelgan, ella y ellos perecerán presto. Y si de Dios viene esto, hagoos saber que ni vosotros, ni hombres del mundo podrían impedir que no vaya adelante. Porque hacer otra cosa parecería querer pelear contra la voluntad de Dios, y lo que él tiene determinado que se haga. Estas palabras en pensado conmigo muchas veces, S.M. Y como he visto que ya pasa de veinte años que anda esta pelea, y muchas veces y con mucha diligencia han procurado algunos hombres, movidos con buen celo, que no se imprimirse en semejantes de libros. Y aunque han sido muy favorecidos nunca habían podido prevalecer, más antes cada día pierden tierra, y salen nuevas líneas y nuevas versiones, y esto en todos los reinos y tierras de cristianos: y que ella callan algún tanto los que contrario parecer tenían, y le en semejantes libros, y se aprovecha poco de ellos, y todos parecen quedan en estos. Parece mil que se cumple lo que Gamaliel dijo, y que ésta es cosa, de la cual, si se hace, no poco se servirá Dios. Y por tanto, después que muchos años que esperado el fin de estas rencillas, y veo que tiene buen fin, y que cierto, Dios se sirve de ellos, me he movido yo también a hacer algo en este negocio, y aprovechar en lo que pudiera a los de mi nación; y si no cumplidamente, al menos algún tanto. Porque es sentencia muy verdadera, que en las cosas grandes y dificultosas, el querer solo y probar es cosa digna es mucho loor y de tener en mucho. La segunda razón, S.M., que me ha movido ha sido la honra de nuestra nación española, a la cual muchas otras tratan mal de palabras, y si el ríen de ella en este caso. el y aunque hay varios pareceres, todos los notan en esto o de flojos, o de escrupulosos, o de supersticiosos. Y ninguno he visto que en esto los excuse de cuantos extranjeros he hablado. Y aunque el provecho espiritual del prójimo y servicio de Dios sean las cosas que solamente han de mover al cristiano, mientras que somos carne y andamos en esta lucha en la carne y la razón, muchas veces la honra nos hace hacer más que de paso, lo que ninguna razón nos podía persuadir. Es así que allende de todos los que griegos y de todas las otras gentes del mundo que conocen la redención de Jesucristo, los cuales en su lengua leen la sagrada Escritura, no hay ninguna nación, en cuanto yo sepa, a la cual no sea permitido leer en su lengua los libros sagrados, sino a sola la española. En Italia hay muchas versiones, y muy variadas; y las más han salido de Nápoles, patrimonio de V.M. En Francia hay tantas que no se pueden contar. En Flandes y toda la tierra que V.M. tiene de esta parte del Reino, muy muchas de visto yo, y cada día salen nuevas, y en las más insignes ciudades de ella. En Alemania, así en la tierra de los católicos como de los protestantes, hay más que agua. Lo mismo nos cuentan de todos los reinos de el gloriosísimo rey Don Fernando, hermano de V.M. En Inglaterra y Escocia e Hibernia lo mismo hay. Sola queda España, Rincón y remate de Europa. A la cual no sé yo por qué esto le es negado, que es a todas las otras naciones concedido. Y pues en todo presumen ser los primeros, y con razón, no sé porqué en esto, que es lo principal, no son ni aún los postreros. Pues no les falta ingenio, ni juicio, ni doctrina, y la lengua es la mejor (a mi juicio) de las vulgares, o, al menos, no hay otra mejor. La tercera razón que me ha persuadido a tomar este trabajo es que si fuese cosa mala, o que acarrease algún mal, pienso yo pues V.M. ha dicho tantas leyes después acá que estas sectas se han levantado, hubiera o V.M. por el Papa mandado que ni se hiciesen tales libros ni se imprimiesen, y puesto grandes penas a los que el contrario hiciesen. Lo cual, a cuanto yo sé, nunca hasta el presente día se ha hecho: pues en todo lo demás se han hecho tantas leyes y se ha puesto (a Dios gracias) tanta diligencia. Por lo cual me persuado no ser malo, ni ello a hacer contra las leyes de V.M. ni del sumo Pontífice. Ni tampoco carezco de ejemplo, pues hay tantos libros semejantes en todas las lenguas y naciones. Porque propiedad es de hombre poco cuerdo (como dice el poeta cómico) no tener nada por bien hecho sino lo que yo hago, y pensar yo sólo acertar, y todo el resto errar. Lo cual acontece en este negocio. Porque allende de las regiones de Europa, las cuales según dicho tengo están en este parecer, si miramos las historias antiguas, hallaremos todos ser de esta opinión. Al los judíos aunque pueblo rudo, sigue corazón muy duro, según dice Cristo, en su lengua vulgar les fue dada su ley, aunque dificultosa entender, por las figuras que había en ella del Mesías. Después de vueltos de Babilonia, porque más entendían la lengua siriaca que no la hebrea, usaban de paráfrasis caldeas a las cuales llamaban Targum.