Los que suscriben, ciudadanos españoles, avecindados en diferentes
poblaciones de la Península, y en el pleno uso de sus derechos civiles
y políticos, respetuosos cual corresponde hombres disciplinados
por el deber moral, devotos del poder civil y amantes sinceros del régimen
constitucional, gloria de la España contemporánea, con todos
los respetos que les merece la alta Representación Nacional, tienen
el honor de elevar las Cortes españolas el clamor de sus voces patrióticas,
inspiradas en el inquebrantable amor la cultura y al progreso de la Nación.
Las páginas más interesantes de nuestra historia patria
son, al modesto parecer de los firmantes, aquellas en que resplandece el
respeto y la mutua tolerancia en la esfera del pensamiento religioso, respeto
y tolerancia demostrados en la convivencia de razas de muy distintas confesiones.
El ideal religioso tiene un santuario adonde no debe llegar la mano
del hombre, y la evidencia histórica proclama que la violación
de la conciencia religiosa ha sucedido indefectiblemente la glorificación
de un mártir " la decapitación moral de un pueblo.
Al choque de las ideas sucede el fervor, siempre creciente, por avalorarlas
con la indagación y el estudio, signos de cultura y nuncios de armonías
colectivas. Renovarse es vivir, y en incesante renovación han de
vivir los pueblos que no se resignan se simples espectadores de la más
noble de la batallas: la lucha incruenta por el reinado del amor, que es
paz y bienestar.
Al ilustrado y elevado juicio de los dignos Representantes en Cortes,
dejan los que suscriben el alcance transcendental de una medida que, seguramente,
habría de colocar nuestra muy amada Patria en el mismo plano espiritual
en que viven hoy las naciones que han proclamado la libertad de cultos
como dogma fundamental de la democracia moderna.
Una intensa campaña, recientemente llevada cabo en las principales
capitales del Reino, ha demostrado la Comisión Evangélica
organizadora las vivas simpatías que siente el pueblo español
por todas aquellas medidas conducentes a facilitar la libre manifestación
de la conciencia, y cuya expresión práctica abarca desde
la neutralidad del Estado en la enseñanza, hasta la secularización
de los cementerios.
Los que suscriben en primer término, españoles evangélicos
con residencia en esta Corte, tienen el honor de transmitir V. A. los adjuntos
pliegos, portadores de más de 100.000 firmas, no sólo de
sus correligionarios, sino de muchos otros compatriotas, que, sin profesar
las mismas ideas religiosas, se asocian ellos, y con ellos sienten la necesidad
primaria del espíritu, que es su completa y absoluta libertad.
Beneméritas de la Patria serían las Cortes liberales,
si las nobilísimas ansias de liberación espiritual, representadas
por el adjunto plebiscito, respondieran sus dignos cultos, " derogando,
al menos, aquellas disposiciones vigentes que pugnan con tan sacrosanto
principio.
Gracia que esperan conseguir del recto proceder de V.A., quien desean completa vida legal para bien de la Patria, y la dirección del Todopoderoso en el ejercicio de su soberanía.