1. Confundir los dones espirituales
con los talentos naturales empobrece la creatividad y degrada el verdadero
ministerio en la iglesia.
2. Concebir la música como una mera alternativa a lo que en el ‘mundo’ o en la ‘iglesia’ está de moda somete al compositor a una continua represión de la imaginación y de los sentimientos, haciendo de él un simple imitador y obligándole a cargar con el complejo de inferioridad con el que tan a menudo carga. 3. Convertir nuestra música en una micro-sociedad alternativa, en una ‘burbuja evangélica’, ha hecho que nos conformemos con lo mínimo. Pero para ser ‘sal’ y ‘luz’ en este mundo no podemos hacernos a la mediocridad, sino ser capaces –como dice el viejo himno- de dar "lo mejor al maestro". Si dejamos de enfocar todos nuestros esfuerzos hacia dentro para enfocar algunos hacia fuera, veremos que el camino es mucho más largo y duro que dentro. Esto atemoriza, y con razón, a muchos que se sienten cómodos con las facilidades que encuentra dentro, pero empobrece nuestra participación en muchas de las áreas de la vida de nuestro prójimo. Hay todo un mundo ahí fuera que necesita ver el ejemplo de los cristianos en las artes y en la música, de la misma forma que en cualquier otra profesión. |
José Pablo Fernández, 5 de diciembre de 1997.
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